La cloración es una práctica de salud pública establecida hace mucho tiempo, necesaria para la desinfección del agua para consumo humano. Sin embargo, el cloro no es filtrado de manera adecuada y llega a nuestros hogares a través de la red pública de agua potable. El 50% de nuestra exposición al cloro proviene del agua para beber. El otro 50% está en la ducha que tomamos diariamente. Por lo tanto, filtrar el agua de la ducha es tan importante, como filtrar el agua potable que bebemos.

Estudios científicos concluyen que tomar largas duchas con agua caliente es un riesgo para la salud. En un ambiente cerrado como el de la ducha, el cloro se vaporiza y se inhala. En menor grado, el cloro también se absorbe a través de la piel. Mientras se agrega cloro para matar microorganismos patógenos -como las bacterias-, el cloro -que es altamente reactivo- se combina con ácidos grasos y fragmentos de carbono, formando una variedad de compuestos tóxicos. Estudios médicos sugieren que existe relación entre la absorción e inhalación de cloro al tomar una ducha, con riesgos elevados de enfermedades, algunas de ellas graves. Ducharse en agua clorada también puede causar que condiciones preexistentes, como el asma y dermatitis atópica, se agraven.

Además de los beneficios para la salud al filtrar el agua, existen beneficios cosméticos. Los síntomas de la exposición al cloro son piel seca y/o escamosa, cabello seco y quebradizo, y ojos rojos e irritados. Filtrar el agua de la ducha reduce estos síntomas. La piel y el cabello se sienten más suaves y los ojos se vuelven menos rojos e irritados.